flexible hasta dónde?

24 junio 2007



en estos últimos días me atacó el miedo
y ya no es temor a cosas tremendas que pueden suceder
sino hasta cuándo dónde y cómo puedo soportarlas

y cuándo ya no soporte qué pasa...

a veces frente al espejo me veo como este arbolito


que
no
venga
un
viento
desde
abajo

2 comentarios:

Carta para Ceci


Mi querida Ceci, quisiera convertirme, ahora mismo, en jardinero fiel para acuñar un poco ese árbol, y darle un erguido empecinamiento que disipe los miedos y que instale la esperanza: esperanza de uno para sí, de la mano de los amigos, de algunos familiares. Me gustaría, mi querida amiga, que alguna vez puedas decirme, para mi satisfacción moral, que he estado a la altura de las circunstancias, que hayas podido sentir mi presencia, mi malograda compasión (¿acaso se trata de otra cosa? ¿qué otra espera, más que la de “padecer con el otro”, puede deparar una situación límite como la enfermedad de los que amamos, el sufrimiento en su fruto más cruel y, sin embargo, consistente como lo sabemos, ramillete de oportunidades para revisar la propia vida?).
No quisiera que esta carta fuera el decir de un amigo, desde la miseria de una singularidad individual. Estamos sedientos de verdades, en un mundo que ha vuelto, desde hace un largo tiempo, también la muerte una materia de intercambio. Quisiera esquivar mi deplorable individualidad, como la de cualquiera, para erigir algún parecer objetivo escudado en la tradición en la que nos gusta reconocernos: decía Barthes que la muerte del Padre suprimió muchos placeres de la literatura. A su modo, creo, estaba diciendo que se pierde una ruta de sentido, la más primaria, la más amorosa, la más imperfecta. Ese andarivel por el que, con mayor o menor éxito, con mayor o menor energía, fuimos andando la vida que somos. ¡Tu viejo descansará en paz porque vos le diste largas horas de tu vida asitiéndolo y acompañándolo! Entonces, se sentirá reconfortado de veras, por esa entrega absoluta que solo nace del Amor. Hay un texto hermoso de Walter Benjamin que comienza diciendo que en nuestros libros de cuentos está la fábula del anciano que en su lecho de muerte hace saber a sus hijos que en su viña hay un tesoro escondido, y que solo tienen que cavar. Resulta que los hijos cavaron, pero ni rastro del tesoro. Sin embargo, al llegar el otoño, esa viña produce uvas como ninguna otra en toda la región. Entonces se dan cuenta de que el padre les legó una experiencia: la bendición no está en el oro, sino en la laboriosidad. Mientras crecíamos nuestros padres y abuelos nos transmitían experiencias parejas en son de amenaza o para tranquilizarnos. Sabíamos muy bien lo que era esa experiencia: los mayores se la habían pasado siempre a los más jóvenes. En términos breves, con la autoridad de la edad, en proverbios; prolijamente, con locuacidad, en historias; a veces como una narración de países extraños, junto a la chimenea, ante hijos y nietos. ¿Pero dónde ha quedado todo eso? ¿Quién encuentra hoy gente capaz de narrar como es debido? ¿Acaso dicen hoy los padres palabras perdurables que se transmiten como un anillo de generación a generación?
Yo quisiera, Ceci, que abrazaras este tiempo difícil con la pasión de la vida. También al dolor se debe ir con pasíon. Y, entonces, la vida será más sabia, y tendrás tus relatos (porque yo sé muy fuertemente que vos, como yo, sos de las que creen que hay un enorme mundo por transmitir a los que nos sucederán). En esos relatos de vida y de siempre, que solés a menudo registrar en este blog, en las lecturas de la infancia de las que en otra oportunidad has hablado, no solo hay agradecimiento a los que te dieron la vida, sino también un mundo enorme por compartir. Como las lagartijas al sol, tal vez estés por estas horas perdiendo la cola…, pero hay un cuerpo entero que aguarda por más vida. ¡Hay que entrar en la continuidad de la vida! Yo brindo, Ceci, por la vida que provoca, por las vidas que se apagan con su tiempo y por las que se encienden con lo Nuevo. Tal vez te esperen tus hijos para transmitirles a ellos la sabiduría del cuento de la viña. En esa vida que perece y en las otras vidas que podremos dar, se juega la toda la Vida. Vivir, ponerse al rojo vivo, Vivir. Aprender a mirarse como parte de este proceso de la especie. Llevarás a tus retoños toda la savia que camina por tu cuerpo y que le debés a tu papá. Algunos dicen que la muerte es el último escalón de la vida. Me gusta pensar a la muerte como la última estación de la Vida. Pero mucho más me gusta honrar a la especie de la que formo parte y comprender, aun con dolor, que una vida se apaga porque hay muchas otras que se encienden con su llama. El miedo a la Muerte se disipa con la llegada del Amor adulto. Es sabia nuestra descendencia: dejaremos de ser hijos para devenir creadores. Ese el mundo que te espera, y que está por venir: vida, pura vida.
Te abrazo en mi corazón.
Aquí estamos. Fuerza. El árbol podrá doblarse, pero nunca se quebrará.
Diego

Anónimo dijo...
9:55 p. m.  

Que escribirte despues de eso!!!! Gracias Die. Estoy llorando.... Me alegro tanto que seamos muchos lo que sentimos igual....
Estamos haciendo carpita para que no te azote mas el viento...
TQM

Carina dijo...
10:43 a. m.  

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