Tengo una empleada loca. Loca loca sin exagerar. Totalmente desequilibrada. Y hace dos días sentada en un escritorio a mis espaldas. Temo por el cuchillo entre homóplatos.

La loca no me habla.
La loca está enojada porque soy su jefa y le llevo 20 años.

La loca no hace nada, sólo decir que es gremialista
(y no es).
Decir que es escritora
(y no es).
Decir que es de izquierda
(y no es).

“Hay una generación que adora la admiración de las generaciones jóvenes, y esa generación no lo hizo nada bien.”

Y ahora la loca, cansada de discursos sobre militancia, gremialismo y peronismo, cree en fantasía. Casi lo mismo.
Y hoy pegó sobre la pared 27 imágenes de duendes.
Parece que según ella la cuidan.
Yo espero que no tengan cuchillos a mano.